Mucho más que una reunión de pacientes
En una de las sesiones de un programa de terapia grupal para personas con dolor crónico, una paciente tomó la palabra para exclamar:
- ¡¿Os habéis dado cuenta de que llevamos mucho rato sin hablar del dolor?!. Estamos hablando sobre problemas que tienen todas las personas, también las que no sufren de dolor crónico.
En otro de los grupos, al alcanzar la séptima sesión, otro paciente expresó:
- Tengo que reconocer que yo era muy reacio a venir a una terapia grupal. Pensaba que se trataba de un grupo de gente haciéndose la víctima y quejándose de lo injusto que es el mundo con ellos. Pero me he dado cuenta de que estaba equivocado.
Aunque la terapia grupal
favorece el desahogo y la ventilación emocional, no debería convertirse unicamente en una reunión descontrolada de pacientes verbalizando su malestar y su queja. Como en el ejemplo anterior, algunas personas que nunca han participado en un grupo de terapia, pueden tener el prejuicio de que se trata simplemente de una reunión de pacientes para hablar de sus problemas y desahogar sus penas, sin embargo, se trata de
un trabajo terapéutico con unos objetivos muy diferentes. Es inevitable e incluso necesario que los pacientes puedan expresarse abiertamente y manifestar su malestar pero el terapeuta debe ocuparse de evitar las retroalimentaciones negativas entre los pacientes y dirigir la sesión hacia reflexiones constructivas que
favorezcan el aprendizaje interpersonal y la cohesión grupal.
Las personas que sufren de dolor crónico tienen muchísimos argumentos y razones para quejarse de sus problemas y
para sentirse agraviados. El sufrimiento diario por el dolor en si mismo, los efectos secundarios de los fármacos, las dificultades laborales y económicas, los obstáculos ante la solicitud de ayudas sociales o prestaciones, el deterioro de sus relaciones personales y sociales.
Una paciente comentó durante una sesión:
- El dolor es insoportable, pero todavía lo es más no poder expresarle a mi familia como me siento, porque no quiero hacerles daño a ellos.Por todo lo que conlleva ese sufrimiento, es fundamental
ofrecer un espacio seguro donde los pacientes puedan expresarse abiertamente y sentirse comprendidos, pero debe evitarse con toda rotundidad que las sesiones puedan favorecer la victimización y la frustración.
Es comprensible tener dudas,
miedos e incertidumbre cuando a alguien le proponen someterse a una terapia de este tipo. Sentarse junto a un grupo de personas desconocidas para abordar muchos aspectos de uno mismo y de su vida que no ha compartido nunca con los demás. Presenciar las reacciones de los demás y
vivenciar las suyas propias durante las sesiones. Enfrentarse a muchos de sus miedos y debilidades. Es comprensible que surjan las dudas, pero debemos comprender que cualquier cambio precisa de acción, de enfrentarse a esas dudas y esos miedos, y buscar alternativas diferentes a aquello que nos está manteniendo en el foco del sufrimiento.