La fibromialgia y la fatiga crónica son unas dolencias enormemente incapacitantes que empobrecen la vida de miles de personas hoy en día, causando un enorme deterioro de las esferas personal, laboral, relacional y social de quienes las sufren. Además, afectan de un modo devastador a todo el entorno de la persona, pareja, familares y amigos, que no saben como manejar el sufrimiento de la persona y ven también afectadas sus relaciones con ella.
Tienen en común que son unas enfermedades muy controvertidas por la dificultad para ser diagnosticadas, la complicación para encontrar etiologías o causas objetivables a través de pruebas médicas, y el posible componente psicosomático de las mismas. En muchas ocasiones, los/as pacientes se quejan de escuchar por parte de profesionales de la medicina la afirmación de que sus enfermedades pueden tener una causa psicológica o psicosomática. Cuando este mensaje es mal interpretado, supone un sufrimiento adicional para ellos/as que sienten como si se estuviera cuestionando su sufrimiento y su dolor. Interpretan que se está considerando que su dolor es “inventado”. Nada más lejos de la realidad. El dolor y la fatiga son absolutamente reales, causando una gran limitación y un enorme sufrimiento. Un sufrimiento que se agrava ante la sensación de falta de reconocimiento por parte de los demás.
Otro aspecto importante es la dificultad que tienen los pacientes para validar su enfermedad a nivel administrativo, encontrando enormes trabas para que sean aceptadas sus incapacidades laborales y generándose conflictos con las Mutuas aseguradoras y la Seguridad Social. Esto añade sufrimiento adicional y agrava el sentimiento de impotencia, indefensión, frustración e incomprensión, derivando en muchas ocasiones, en graves sintomas ansioso-depresivos e incluso depresiones mayores.
Otra característica que muchas veces comparten estas enfermedades es el perfil de personalidad de las personas que las sufren. Aunque se trata de una generalización que requeriría estudios más exhaustivos, es habitual evidenciar en este perfil de pacientes, rasgos autoexigentes e hiperresponsables. Es difícil aportar evidencias de que estos rasgos contribuyan a la causa de las patologías, pero sin lugar a dudas, este tipo de personalidades son más vulnerables a la hora de “aceptar” la enfermedad y las limitaciones e incapacidad que les produce.
En muchas ocasiones, se trata de personas que han trabajado sin descanso durante años, haciéndose cargo de la familia, de trabajos exigentes. Personas que han puesto al límite su cuerpo sin escuchar los avisos de cansancio y fatiga. Personas que han vivido pensando en los demás, ayudando a su entorno y que han sido consideradas un pilar básico en su familia y trabajo. A veces por falta de asertividad y otras por necesidad de agradar o para mantener ese rol de control, han asumido grandes responsabilidades en su situación de vida, y lo han hecho sin mostrar la queja abiertamente, inhibiendo la manifestación de sus emociones.
En ese sentido, existen teorías de que determinados mecanismos de defensa con tendencia a la represión y a la negación, pueden influir causalmente en el proceso de conversión psicosomática. Personas con dificultad para expresar sus emociones externamente que han enfrentado los problemas poniendo “buena cara”. En muchos casos, han sido consideradas como personas fuertes, muy capaces de enfrentar los problemas que presenta la vida. Algunas explican que durante mucho tiempo, no han sido conscientes de vivenciar con ansiedad, estrés o tensión aquellos momentos de dificultades, asumiendolos como “normales” y logrando ser optimistas y positivos. En ese sentido, es significativo reseñar que, muchas de estas personas, cuando la enfermedad irrumpe en sus vidas, reconocen que han vivido poniendo al cuerpo al límite de sus posibilidades. Que han forzado la máquina demasiado.
Es habitual escuchar de estos/as pacientes. “Yo podía con todo, era muy activa y nada se me ponía por delante…”. “Siempre he sido el que ayudaba a todo el mundo, dejando mis necesidades de lado, trabajando constantemente…”. “La gente me preguntaba como era capaz de llevar todo el peso que llevaba, trabajo, familia…”.
Esos rasgos de personalidad, pueden ser tremendamente eficientes en la sociedad en que vivimos, ayudando a alcanzar muchos objetivos de trabajo, sociales, familiares. Sin embargo, esos mismos rasgos que tanto han caracterizado a la persona, con los que se identifica y que están enraizados en su identidad y rol social, son los principales causantes de un enorme sufrimiento cuando la enfermedad y la incapacidad aparecen.
Para personas con este perfil de personalidad, enfrentar una enfermedad que les produce tanta incapacidad supone un enorme mazazo. La imagen de si mismas está fundamentada en ese rol de trabajadora, responsable, cuidadora, exigente…Y la enfermedad, de un día para otro les impide cumplir con todos esos objetivos. La frustración y la impotencia empiezan a hacer mella, la imagen de si mismas se ve enormememente deteriorada. El sufrimiento psicoemocional se suma al dolor y la fatiga y los retroalimenta, entrando en un círculo vicioso que oscurece toda su percepción de vida.
El sentimiento de no ser comprendido, de aislamiento, de soledad es acentuado por la realidad de un rechazo social. La tardanza en fijar un diagnóstico, las dudas sobre la gravedad de los sintomas o incluso el cuestionamiento de estar buscando una pensión de incapacidad laboral. Se pierde el sentido vital y desemboca en una verdadera crisis de identidad, una crisis existencial que genera un enorme sufrimiento.
Muchas veces, esa frustración y esa rabia necesita un enemigo al que responsabilizar, y la tendencia a autoculparse de estas personas en base a la posición depresiva que van adoptando, supone que, en muchas ocasiones culpabilicen al propio cuerpo de manera inconsciente. Se adquiere inevitablemente un rol de victima, tremendamente mal tolerado por ellos. Luchan contra el, se resisten, pero lo sienten como real ante su vivencia de injusticia. Estas personas, de acuerdo a su personalidad, ya habían dejado al cuerpo en segundo plano durante mucho tiempo, asumiendo enormes cargas de trabajo, poniendolo al límite e inhibiendo, reprimiendo y negando sus emociones negativas de forma inconsciente. Ya existía esa marcada separación mente-cuerpo, esa disociación, pero toda esta frustración ante la incapacidad y la pérdida de identidad, actua de forma autopunitiva, culpando al propio cuerpo con una enorme agresividad. Una ira reprimida que inevitablemente se focaliza en la esfera somática.
Esta teoría del proceso psicosomático y de cómo el malestar psicoemocional puede contribuir a que aparezcan o empeoren ciertos sintomas somáticos como el dolor y la fatiga puede servirnos de base para ayudar a mejorar la vida de muchos/as pacientes que sufren de este tipo de enfermedades tan limitantes.
La Terapia de Conciliación Psico-Corporal es un enfoque terapéutico integrador y holístico, que tiene en cuenta todas las esferas de la persona. Trata de ayudar al paciente de forma global, abordando cada dimensión con las herramientas más utiles para cada una de ellas, pero siempre bajo la premisa de entender a la persona como una unidad mente-cuerpo.
La crisis de identidad y existencial precisa de una visión psicoterapéutica que aborde esa esfera del ser humano. Potenciar el autoconocimiento puede ayudar al individuo a tomar consciencia de los mecanismos represivos y abrir valvulas de escape que favorezcan la ventilación de sus emociones, disminuyendo el sufrimiento y la carga de dolor, tanto físico como psicológico. La Aceptación profunda de la “nueva” situación de vida de la persona es absolutamente fundamental y una terapia de enfoque transpersonal puede allanar el camino hacia dicha aceptación, favoreciendo la creación de un nuevo sentido vital. Ayudar a desmontar el rol de victima y potenciar el sentimiento de autoresponsabilidad sobre el cambio, es fundamental y dota al individuo de un crucial sentido de libertad.
Por otro lado, ayudar a tomar consciencia del cuerpo y generar un diálogo entre mente-cuerpo, puede suponer una gran liberación. Una catarsis que permita a la persona aprender a respetar los tiempos y necesidades de su organismo, el descanso y la recuperación necesaria, dejando de ponerlo al límite de sus posibilidades. Esa nueva actitud precisa de una verdadera conciliación y una nueva visión de la persona como un todo indivisible. Todas estas estrategias terapéuticas, con el orden y la coordinación necesaria se complementan y potencian tratando de ayudar al paciente a mejorar su calidad de vida. La terapia de Conciliación Psico-corporal supone ayudar a la persona a conocerse a si misma, a aceptar su cuerpo y a permitirse una nueva forma de enterder la vida que alivie su sufrimiento.