Cada vez existen mayores evidencias científicas que recomiendan el aporte de complementos nutricionales que favorezcan un adecuado funcionamiento cerebral, especialmente como tratamiento coadyuvante al tratamiento antidepresivo.
En ese sentido, se ha demostrado que una dieta de mejor calidad se relaciona directamente con un menor riesgo y menor prevalencia de depresión.
Se han descrito diferentes mecanismos a través de los cuales la nutrición puede afectar a la salud mental.
Entre los nutrientes con mayor relevancia para la prevención o manejo de los trastornos depresivos se encuentran: Ácidos grasos omega 3, vitaminas del grupo B, s-adenosilmetionina (SAMe), triptófano, magnesio, zinc y probióticos.
Se ha comprobado que sociedades con un elevado consumo de ácidos grasos omega-3 tienen menor incidencia y prevalencia de depresión.
Tanto el EPA como el DHA han de ser aportados externamente a través de la dieta o suplementos nutricionales, sin embargo, el consumo de estos nutrientes ha descendido drásticamente en el último siglo en las sociedades occidentales.
Se han encontrado alteraciones en las membranas celulares de pacientes con depresión mayor, depresión postparto, trastorno bipolar o trastornos de ansiedad, en relación a la composición anormal de ácidos grasos.
El DHA (Ácido docosahexaenoico) se asocia con la estabilidad de la membrana neuronal y con el funcionamiento de la neurotransmisión de dopamina y serotonina, cuestiones asociadas con su posible papel en la sintomatología depresiva.
El EPA (Ácido eicosapentaenoico) tiene importancia en el funcionamiento neuronal e inmune, reduciendo la síntesis de prostaglandinas E2, que a su vez están implicada en la resistencia al tratamiento antidepresivo.
Otros mecanismos por los que actúan los Omega-3 consisten en favorecer la regulación del flujo de calcio, estabilizando y dando fluidez a las membranas celulares, así como disminuir la liberación de cortisol (asociada a cambios de humor y a mecanismos depresivos).